No son una deidad para adorar,
ni una figura de mármol para ser apreciada desde lejos,
simplemente no lo son.
Son crudeza hecha carne,
un universo lleno de pequeñas estrellas brillantes,
fuego viajando en señales eléctricas
de una neurona, a otra, al cerebro.
Son un lío: calor, sequedad y humedad,
dolor, placer y frustración,
dulzura y amargura,
un montón de sensaciones.
Son un sabor, un olor,
lamibles, tocables, respirables.
Están por dentro y por fuera,
todo e inmateriales al mismo tiempo,
son una razón y una consecuencia,
el bien, el mal y todo lo que hay en el medio.