Esos preciosos momentos
en los que mi cerebro se relaja y
no necesito pensar…
Sin cuestionarlo
simplemente lo hago.
Confío,
mi cuerpo confía,
instrucción tras instrucción
sintiendo el calor que fluye
de tus pensamientos
a mis acciones.
Haz, haz, haz,
pequeños tesoros
cuando las agujas del reloj se congelan
y el tiempo se vuelve inmensurable
segundos, minutos, horas
fundiéndose entre sí
en un mar de éxtasis.
Todo lo que importa,
el único foco,
son mis manos
mi piel
el movimiento de mi pecho al inhalar y exhalar
mi conciencia y mi razonamiento
dando un salto de fe
anunciando la inmensidad de la satisfacción que está por venir.