No estamos acostumbrados a mostrarnos vulnerables. No estoy hablando de entregar el control desde la sumisión. Estoy hablando de la vulnerabilidad real. Estamos acostumbrados a elegir nuestras mejores fotos antes de subirlas, a revisar la ortografía y la gramática antes de publicar un texto, y a decidir qué experiencias compartimos y cuáles no. Pero no solemos dejar que les demás vean nuestros momentos bajos. Así que acá va uno mío.
Trato de recordar todos los días que está bien no estar bien. Está bien estar enojada, frustrada, ansiosa, aburrida, impaciente, con miedo, triste, preocupada, con dudas… y la lista sigue. Trato de recordar que tengo que darme permiso para sentir todo lo que necesite sentir. No es ni bueno ni malo. Simplemente es. Si necesito gritar, entonces voy a gritar. Si necesito quedarme callada, me voy a quedar en silencio. Si necesito llorar, voy a dejar que las lágrimas caigan.
Hace unos días, el estrés me alcanzó, y necesitaba soltar todo. Entonces me acordé de esto: que está bien no estar bien. Y hoy lo muestro, por si alguien necesita ese recordatorio. Una vez más… está bien no estar bien.