Cinco días, cinco horas,
trescientos minutos,
mil ochocientos segundos;
el tic-tac del reloj evapora el tiempo
mientras la sangre pulsa por mi cuerpo,
mientras el aire entra y sale de mis pulmones.
La anticipación es la tormenta antes de la calma,
el lienzo en blanco esperando
ser preparado, ser pintado…
delicado y suave, casi ansioso.
Aceptar que toma tiempo:
primero viene la ternura,
luego la dureza,
y finalmente, la fuerza total,
convirtiendo el blanco y el rosa
en florecientes rojo y violeta.
Círculos, líneas, puntos…
todos diferentes, todos únicos,
nunca dos iguales.
Nuevas marcas, una nueva pintura;
emociones y belleza
salpicadas por toda la piel.
La preciosidad que atesoraré
cada día mientras se desvanece
y deja el lienzo otra vez en blanco,
listo una vez más para una nueva obra de arte.