Cien fotos

Llegué a otro número redondo: cien fotos publicadas en Fet, tomadas exclusivamente para Fet. Si alguien me hubiese dicho hace cuatro meses y medio que iba a llegar a este punto, me le hubiera reído en la cara y le habría dicho que estaba loco. Yo —alguien que odia salir en fotos— sacando fotos a propósito para subir a internet. Pero no son solo fotos.

Son partes de mí. Son la timidez de las primeras tomas, cuando todo estaba escondido detrás del escudo de la ropa. Los pies de foto cortitos que solo querían saludar a este rincón del mundo, agrietando de a poco el grosor de mi piel para dejar salir todo lo que estaba contenido dentro.

Son ataduras alrededor de mi cuerpo que me sostienen, al mismo tiempo que me rompen en mil pedazos. Que remiendan, que curan, que liberan, que aprietan, que hablan, que muestran, que enseñan, que aprenden. Me reconstruyen desde abajo, desde los costados y desde arriba al mismo tiempo, sumando una pieza tras otra, creando una imagen nueva con cada fragmento que encaja en su lugar.

Son una historia para contar. Son las lágrimas, las risas, los miedos, las victorias, las pérdidas y los logros de mi vida. Las personas que conocí, las que se fueron, las que dejé ir y las que siguen acá. Son mi pasado viviendo en el presente y mi presente caminando en puntas de pie hacia el futuro. Son mis “había una vez” con finales felices, dramas de película, relatos reinventados, las pausas que te dejan colgado y los finales abiertos.

Son aceptación. Las verdades difíficles que se esconden detrás del espejo cada vez que mis ojos se cruzan con mi reflejo. Las sensaciones que llegan con cada foto, cada marca, cada apretón de soga, cada orgasmo, cada pellizco. El poder de rendirse y entender que algunas imposibilidades están al alcance, esperando que las agarre. Saber que mis creencias pueden darse vuelta y que lo que antes estaba mal ahora está bien, lo que estaba olvidado está reavivando mi alma, y lo que estaba oculto ahora brota desde mi piel.

Son miedo. El coraje necesario para arrancar un camino que puede terminar tanto con las manos vacías como con el oro al final del arcoíris. El susto que aparece con la idea de tener que volver al mundo en escala de grises cuando ahora solo veo rojo y colores brillantes. El aire que se me escapa del pecho al pensar que tal vez no voy a poder compartir mis placeres, mis tesoros y mis fracasos.

Son en lo que me quiero convertir. La mariposa después de la metamorfosis, cuando la oruga deja la protección del capullo. Lo que está arañando para salir a la superficie, enterrado bajo el peso de todo lo que se esperaba que fuera. Lo que, en el fondo de mi mente, de mi corazón y de mi alma, ya soy. Sumisa. Masoquista. Hermosa. Libre.

No son solo cien fotos. Son partes de mí. Son ataduras sobre mi cuerpo. Son una historia para contar. Son aceptación. Son miedo. Son lo que quiero ser. Sumisa. Masoquista. Hermosa. Libre.

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