Me llevó unos años y un montón de trabajo, pero sé que no soy mi cuerpo; soy en mi cuerpo. Sin embargo, a veces a los viejos fantasmas les gusta caminar por mi mente y mis pensamientos, y me pregunto si hablo mucho, si debería volver a mi color natural, si tendría que maquillarme más seguido, si me visto demasiado casual, si mi vagina tiene demasiados pelos, si me tengo que comprar tacos por más que hacen doler mis pies, si comparto demasiado, si tengo que perder un poco de peso, si soy demasiado ansiosa, si soy demasiado vieja, si tendría que reírme menos y más bajito, si debería, si tendría…
Y los fantasmas tienen el hábito de ir y venir como les place, de susurrar en tu oído sin que te des cuenta, haciéndote sentir miedo, dejando que el frío baje por tu espalda y que quieras gatear y esconderte. Las dudas comienzan a crecer y más preguntas persiguen mis pensamientos. Es una pelea otra vez, y a pesar de que sé que la voy a ganar, es tan agotador tener que enfrentarla una y otra vez.